Don Diego era tutor y tío de la hermosa Beatriz Moncada, que estaba custodiada y vivía bajo el verdugo de su tío, cuentan que el tío planeaba casar a Beatriz con Don Antonio, hijo único de Diego, que era un joven calavera que derrochaba el dinero a manos llenas, cuenta la leyenda que Diego quería casar a su sobrina con su hijo para no dar cuenta con la herencia de ésta. Ya hacía varias noche que Beatriz escuchaba el sonido de un violín, noche tras noche un dulce sonido, observo una silueta en el poste de un farol que apenas y alumbraba, y quien tocaba el bello instrumento era un indígena que fue recogido y educado por los religiosos del convento de San Agustín, que fue nombrado como Gabriel García; cuando Beatriz lo escucho tocar en una reunión de aristócratas, su alma vibró al compás de aquel violín, al verla, comprendió su mirada y e también cayo enamorado de esa hermosa peregrina; al poco tiempo Diego se enteró de este suceso, y un día que Gabriel se disponía a hablar con Beatriz, Diego le interrumpió el camino en su propia casa, le dijo que se marchara o que haría que sus criados lo sacaran a palos, Gabriel le dijo que el también era un caballero y se defendería con la espada; escaso fue el tiempo que paso para que se librara una gran pelea, donde Gabriel solo rechazaba los golpes del tío, uno de los criados que observaba la batalla cuando vio que Gabriel salió vencedor debido a que Diego se lanzó sobre la espada de Gabriel hiriéndose el mismo de muerte, entonces Gabriel se inclina sobre el cuerpo de Diego, así el criado aparece de la nada, y le entierra un puñal hiriéndolo de muerte, de pronto se escucha un grito, era Beatriz, que al estar observando la ardiente batalla se desmaya debido a la muerte de sus dos seres queridos, su cuerpo rompe el vidrio de la recamara donde observaba y cae sobre el violín de su amor; nadie sabe quién ni por qué, pero a la luz del farol de la casa se pintaron tres cruces aun lado de los cuerpos; tiempo después nombraron esta calle como Las tres cruces.
Leyenda del Cerro de la Bufa.

Mientras van en camino, el ambiente se llena de ruidos raros, voces llamando al hombre por su nombre, susurrando palabras de muerte, rugidos de animales conocidos y fieras extrañas, todo un enjambre demoniaco emitiendo lamentos y quejidos…El miedo poco a poco invade su corazón, las piernas pierden sus fuerzas, se dificulta la respiración, se sabe rodeado, acechado, vigilado, probablemente cazado, y no puede resistir más, voltea su cabeza y la muchacha que lleva en sus brazos se transforma en una horrible serpiente y todo termina…
En los cuatro siglos que tiene de existencia Zacatecas, no hubo valiente, que soportara traer el infierno a sus espaldas, todos ellos voltearon a verlo, y hasta ahí llegaron, la princesa sigue apareciendo y el tesoro esperando.
La leyenda de la piedra negra de Zacatecas.
Esta leyenda procede del estado de Zacatecas, en México. Cuéntese que en tiempos coloniales dos amigos sufrían de la fiebre de la busca de aventuras y tesoros, y que marcharon a las sierras con el propósito de hacerse ricos. Sus nombres han quedado para la Historia: Misael Galán y Gildardo Higinio. Misael Y Gildardo pasaron mucho tiempo en la intemperie, soportando todo tipo de inclemencias y privaciones, con el único objetivo de explorar el contenido de las sierras, de las que se rumoraba escondían tesoros que los convertirían en magnates. Por fin, tras muchos meses de buscar, dieron con una extraña cueva que en su interior alojaba una piedra de color oscuro y brillante. Ambos amigos dieron por hecho que el objeto era de gran valor. Con gran trabajo, lo quitaron del suelo y se dispusieron a acarrearlo de vuelta al pueblo, partirlo en varios pedazos y comerciar con su valía. La noticia de que los dos muchachos habían dado, por fin, con un tesoro había llegado de algún modo al pueblo. Los vecinos se dispusieron a recibirlos con una fiesta, pero los días pasaron y no había señales de ellos. Preocupados, los vecinos se dispusieron a ir en busca del par. Los hallaron a la entrada de la misteriosa caverna, muertos, con señales de haber sido agredidos con arma blanca. Todos se preguntaron, en medio del estupor, que quería decir aquélla escena: ¿habían consumado los amigos un pacto suicida? ¿Se habían matado el uno al otro cegados por la codicia? ¿Habían sido atacados por bandidos? Pero, de ser así... ¿por qué habrían de abandonar el botín los malhechores? No había explicación sencilla al misterio, por lo que los pobladores cargaron en caballos a los cuerpos de Misael y Gildardo y a la extraña piedra y regresaron al pueblo. Días después del entierro, un hombre, conocido comerciante del lugar que había quedado en custodia de la piedra, asesinó a su mujer y luego se dio muerte. Alborotados, los vecinos se preguntaron qué había podido desencadenar esa tragedia, ya que tanto la conducta del esposo como la de la mujer eran intachables. Uno de los vecinos hizo, no obstante, una acertada observación: en ambas escenas de violencia el elemento común era la extraña piedra negra. Los vecinos decidieron deshacerse de ella. Un grupo se ofreció a devolverla a la cueva a donde pertenecía. Pasados unos días, como no regresaban, los pobladores marcharon en su busca, temiendo hallar lo peor. Fue así: los encontraron muertos, en condiciones parecidas a los dos casos anteriores. Se hacía urgente deshacerse de la piedra maldita, pero nadie se atrevía a cargar con ella. Finalmente dieron con la solución por intermedio del sacerdote: la piedra fue rociada con agua bendita y se la trasladó, con enormes cuidados, a un sitio secreto. Las habladurías dicen que aún puede verse, desde cierta distancia, en un muro de la catedral de Zacatecas, no lejos de una pequeña campaña que suena misteriosamente si alguien se acerca demasiado.
La señora del camino.
